Como no podía ser de otra manera, entre los efectos secundarios de la pandemia llegan ciertos radicalismos que se justifican en la posible materialización de las peores distopías de la ciencia ficción, cuando no en el anuncio de un inminente apocalipsis. Para soportar unas y esperar al otro se recurre al diseño en una estetización de la política, como tantas otras veces antes en la Historia. Las mascarillas ya son un regalo caído del cielo para los más agoreros y, en su estilo más pandillero de guerrilla, conjuntan de maravilla con botas reforzadas de acero y demás parafernalia imprescindible para esa superviviencia basada en la fuerza física de quienes no tienen otro modo. Pero nada comparable con lo que se podía llegar a soñar en su previsible expansión al resto de especialidades (y llama la atención cómo no se nos había ocurrido antes), rescatando incluso la idea del búnker. Sí, para escondernos bajo tierra. Claro que en Ucrania resultará menos exagerado, porque si alguien sabe a qué puede llegar un aire contaminado es quien sufrió el Chernóbil de los ochenta.
https://www.dezeen.com/2020/07/02/underground-house-plan-b-bunker-architecture-ukraine/
